
«Una corrección necesaria»: El ministro Fernández analizó el fin del cepo y su impacto en San Juan

En una mañana agitada de reuniones, el ministro de Producción de San Juan, Gustavo Fernández, se hizo un espacio para hablar en la radio y compartir su visión sobre uno de los anuncios económicos más relevantes de los últimos tiempos: el fin del cepo cambiario.
Con voz firme, aunque sin estridencias, Fernández empezó por lo esencial: “La noticia es la eliminación del cepo”. Así, sin rodeos, dejó en claro que el cambio en la política cambiaria del Gobierno nacional no es un simple ajuste técnico, sino una transformación de fondo, largamente esperada por el sector productivo. «Era una medida demandada por el arco productivo, desde lo industrial hasta lo agrícola, e incluso por quienes quieren invertir en Argentina», remarcó.
El ministro reconoció que la medida no está exenta de impactos inmediatos. Con el sinceramiento del dólar oficial, advirtió que es esperable un “corrimiento alcista” que derivará en una devaluación y, en consecuencia, en un aumento de precios. Pero no lo planteó como una catástrofe, sino como una consecuencia lógica. “Es una corrección necesaria”, sentenció.
La mirada de Fernández, sin embargo, se enfocó más en el mediano y largo plazo. «Nadie invierte en un país del que después no puede retirar sus utilidades», recordó, para subrayar que el cepo era una traba real a la llegada de capitales. El nuevo escenario, con un tipo de cambio más libre y realista, “abre expectativas” para el flujo de inversiones, particularmente en sectores clave de la economía sanjuanina.
Enumeró con precisión: vitivinicultura, olivicultura y minería. Según explicó, más del 60% de la uva cosechada en San Juan se exporta en alguna de sus formas (mosto, pasas o vino), y en el caso del aceite de oliva, ese número trepa al 90%. “El segundo producto de exportación de la provincia, después del oro, son los medicamentos”, añadió con orgullo, refiriéndose a un laboratorio nacional que ya anunció inversiones y generación de empleo.
Pero también fue realista al señalar las tensiones que genera la apertura del mercado: la competencia de productos importados había afectado a industrias como la textil o la de puré de tomate, en parte por un tipo de cambio oficial artificialmente bajo. Ahora, con un dólar más competitivo, esos sectores podrían recuperar algo de oxígeno.
Sobre el posible impacto inflacionario, Fernández no esquivó la cuestión. Reconoció que “el ciudadano lo va a notar en los precios”, sobre todo en productos con insumos importados y combustibles. Pero también alertó sobre un fenómeno menos visible: “Muchos precios ya estaban dolarizados con expectativas de un dólar a 1800 o 2000 pesos”. Es decir, algunos aumentos ya estaban incorporados antes de este sinceramiento.
En cuanto al valor futuro del dólar, fue prudente, aunque optimista: estimó que podría estabilizarse en torno a los $1250, por debajo del valor del dólar libre que regía hasta el viernes anterior a la medida. Y eso, a su entender, no solo traerá alivio a los exportadores, sino también más previsibilidad para la economía.
Para cerrar, Fernández dejó una reflexión que condensa su diagnóstico: “Había una situación de agotamiento del modelo. Esta medida puede doler ahora, pero era necesaria para poder seguir creciendo”